jueves, 17 de febrero de 2011

ECONOMISTAS CLASICOS

LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS: RIQUEZA, POBLACIÓN Y ESTADO ESTACIONARIO

Probablemente el concepto de riqueza es uno de los términos más socorridos cuando se comparan diversas situaciones socioeconómicas. Se habla de país rico y de país en vías de desarrollo o país pobre. Se tiende a calificar así situaciones específicas de un momento dado, como si fueran inherentes a ciertas condiciones naturales que hacen que un país sea rico o pobre. Tales interpretaciones propenden a ignorar la dinámica del desarrollo, asentándolo sobre una concepción estática y dada de potenciales naturales, independientes de la acción humana.
El concepto de riqueza está presente en las teorías económicas mercantilistas, fisiocráticas y, en general, en todo el pensamiento de la escuela clásica. Es también un elemento importante en la interpretación del proceso de crecimiento económico, con frecuentes referencias a la naturaleza.
En efecto, por un lado, la riqueza es vista fundamentalmente como un producto de la naturaleza y, por otro, las leyes de los fenómenos naturales tienden a ser asimiladas o impuestas a la dinámica social. Nicolás Barbon,1 precursor de Adam Smith, escribía lo siguiente:
La producción nativa de cada país es la riqueza de ese país y es perpetua y nunca se agota: los animales de la tierra, las aves del cielo y los peces del mar aumentan naturalmente. Cada año hay una nueva primavera y un nuevo otoño que producen una nueva provisión de plantas y frutos. Y los minerales de la tierra son inextinguibles. Y si el acervo natural es infinito, el artificial, que procede del natural, también debe serlo, como las telas de lana y lino, las zarazas y los tejidos de seda, que se elaboran con lana, lino, algodón y seda natural.
Es importante notar que la naturaleza es vista como infinita e ilimitada, lo que supone que el proceso de apropiación de sus productos tampoco tiene límites. Tal concepción sigue estando vigente en todos aquellos enfoques que tienden a ver en la naturaleza algo dado y a considerar su contribución al proceso productivo, exclusivamente, en términos de «externalidades» en el cálculo de costes y beneficios.
Los fisiócratas --rechazando el concepto mercantilista de riqueza, en el sentido de acumulación de metales preciosos fácilmente convertibles en armas y en poder militar-- subrayaron la dependencia del hombre con respecto a la naturaleza. Quesnay afirmaba: «el suelo es la única fuente de riqueza», mientras que su precursor Boisguillebert escribía: «De ninguna manera es necesario hacer milagros, sino sólo cesar de estar continuamente violentando la naturaleza: Laissez faire la nature et la liberté.». Quesnay diría más tarde: Laissez faire, laissez passer.
En estas afirmaciones se manifiesta ya el dogma que influiría profundamente en Adam Smith y, en general, en las doctrinas económicas clásicas y que aún es válido para algunos pensadores y políticos de nuestros días: el del orden natural como el más ventajoso para el género humano. Tales ideas van a encontrar su expresión más acabada en La indagación acerca de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, de Smith.
El orden natural es entronizado como elemento dinamizador del orden social. El devenir y el acaecer natural suplantan la intencionalidad del universo construido, favoreciendo la inercia del sistema y, de este modo, el mantenimiento de un statu quo. Señala Adam Smith: «todo hombre es rico o pobre de acuerdo con el grado en que puede permitirse gozar de las cosas necesarias, de las comodidades y de las distracciones de la vida humana»2.
David Ricardo llama la atención sobre ciertas confusiones de Smith entre valor y riqueza, señalando que el valor de uso no puede estimarse con ninguna medida conocida, al ser apreciado de manera diferente por personas distintas. Al respecto señala: «El valor difiere esencialmente de la riqueza, porque no depende de la abundancia, sino de la dificultad o facilidad de producción.»3
Como se verá, en la discusión sobre la teoría del valor se pueden percibir los enfoques que las diferentes escuelas de pensamiento tenían sobre el medio ambiente y, al mismo tiempo, la forma en que ellos veían el proceso de desarrollo.
La teoría del valor tradicionalmente se preocupa de la determinación de los precios de mercado y de la forma en que afectan el proceso de asignación de recursos. En la medida que la teoría supone que el interés privado del consumidor (Smith), o sus deseos individuales (Marshall y Pigou) se manifiestan en el mercado y en el proceso de toma de decisiones de los individuos, determinando así los precios, resulta que dichos precios, además de representar el valor de mercado de los bienes y servicios, representan también su utilidad, es decir, su valor de uso y valor económico, al mismo tiempo que preferencias estéticas y valorativas. Esta confusión había sido observada ya por Adam Smith, cuando señalaba que la palabra valor tiene dos significados diferentes: unas veces expresa la utilidad de un objeto particular, y otras la facultad de adquirir otros bienes que confiere la posesión de aquel objeto. El primero de estos significados corresponde al valor de uso y el segundo al valor de cambio. Como bien señala Ricardo:
...la utilidad no es, por lo tanto, la medida del valor de cambio, aunque es algo absolutamente esencial al mismo... El valor de cambio de las cosas que poseen utilidad tiene dos orígenes: su escasez y la cantidad de trabajo requerida para obtenerlas.4
Aquí Ricardo recoge el planteamiento de Smith en el sentido de que el trabajo es la medida fundamental, única y verdadera, por medio de la cual puede ser estimado y comparado el valor de todos los bienes.
Así pues, Smith y sus seguidores se alejan del pensamiento fisiócrata en tanto ven en el trabajo fuente fundamental de riqueza.
Decía William Petty, según muchos fundador de la economía política clásica: «el trabajo es el padre y el principio activo de la riqueza en tanto las tierras son la madre». Dentro de esta línea de pensamiento, Smith consideraba que la riqueza real de un país consistía en el valor del producto anual de la tierra y del trabajo.
En el incremento de esta riqueza veía Smith el proceso de crecimiento y desarrollo de la sociedad, el cual era posible merced a la división del trabajo, misma que se originaba, según él, en la destreza perfeccionada, el ahorro del tiempo y la aplicación de maquinaria. Este último punto no fue totalmente desarrollado por Adam Smith, tal vez porque no alcanzó a ver los efectos de la revolución industrial: el año 1776 registra la aparición simultánea de La riqueza de las naciones de Adam Smith y de la máquina de vapor de James Watt.
Las perspectivas económicas que se planteaban en ese momento con la revolución industrial y la incorporación al mundo de las colonias americanas explican la confianza de Adam Smith en un crecimiento prácticamente sin límites, aun cuando reconocía que un proceso de expansión puede llevar a una disminución de los beneficios y a dificultades crecientes para asignar estos beneficios en forma productiva. Sin embargo, tal posibilidad le parecía demasiado remota para preocuparse de ella. Por consiguiente, el «estado estacionario», aunque visualizado por Smith, nunca fue seriamente considerado por él. En realidad, no veía límites al proceso de expansión:
es digno de observar que es en el estado progresivo, cuando la sociedad está avanzando..., más bien cuando ha adquirido su plenitud de riqueza, que la condición de los trabajadores pobres... parece ser la más feliz y la más cómoda... Ella es dura en el estado estacionario y miserable cuando está declinando. El estado progresivo es en realidad, para todos los diferentes órdenes de la sociedad, el estado alegre y sano. El estacionario es opaco, declinante, melancólico.5
Pero Smith en cierta medida aceptó la inevitabilidad del estado estacionario al afirmar que el incremento del capital, en cualquier país, va provocando una reducción de las ganancias y se hace cada vez más difícil encontrar un empleo para dicho capital, llegando así un momento en que la expansión se detiene y la acumulación de capital queda limitada a la sustitución de equipos.
En todo caso, parece claro que tal estado estacionario no está determinado por un límite físico natural, sino más bien por una tendencia inherente a la expansión económica del sistema capitalista, como es la baja en la tasa de beneficios.
La incorporación del factor poblacional por Malthus y la teoría de los rendimientos decrecientes de Ricardo permitirían a John Stuart Mill la primera sistematización clara del concepto de estado estacionario.
Revisando la discusión sobre valor de cambio y valor de uso --que ocupa parte importante en la obra de los clásicos--, se descubren elementos que clarifican la concepción del medio ambiente y, en general, de la naturaleza en el pensamiento económico: si el valor de cambio se explica por la abundancia o escasez relativa de los bienes, el medio ambiente, al ser abundante e ilimitado, no tiene un valor de cambio; es decir, no tiene un precio, aun cuando se le reconoce su utilidad en la satisfacción de las necesidades humanas. Juan Bautista Say es claro sobre este punto al señalar:
...de estas necesidades, unas son satisfechas por el uso que hacemos de ciertas cosas que la naturaleza nos ofrece gratuitamente, como el aire, el agua, la luz del sol. Podemos denominar estas cosas como riquezas naturales, porque sólo para la naturaleza tienen un gasto. Como ella las ofrece a todos, ninguna persona está obligada a adquirirlas al precio de un sacrificio. No tienen, por tanto, ningún valor de cambio.6
El argumento es recogido por Ricardo:
...Según los principios corrientes de la oferta y la demanda, no se pagará renta alguna por esa tierra, por la razón expuesta de que no se paga nada por el uso del agua o del aire o por cualquier otro don de la naturaleza que existe en cantidad ilimitada... No se paga nada por la cooperación de esos agentes naturales porque son inagotables y están a disposición de cualquiera.7
Un segundo elemento importante que Ricardo incorpora se deriva de su preocupación fundamental: la distribución («problema principal de la economía») que guarda relación con la propiedad privada de los recursos naturales. Desarrolla este autor inquietudes ya presentes en Adam Smith y Juan Bautista Say sobre la importancia que tenía la propiedad privada en la determinación del valor de los bienes. Señalaba Smith al respecto:
En cuanto todas las tierras de un país cualquiera se han convertido en propiedad particular, los terratenientes, al igual que todos los demás hombres, gustan de cosechar lo que ellos nunca sembraron, y exigen una renta, incluso por lo que las tierras naturalmente producen.8
Por su parte, Juan Bautista Say indica que:
la tierra, como hemos visto ya, no es el único agente natural que tiene fuerzas productivas; pero es el único o casi el único, que un grupo de hombres toma para sí con exclusión de los demás y del cual, por consiguiente, se pueden apropiar los beneficios. El agua de los ríos y del mar, por el poder que tiene de mover las máquinas, de transportar los buques, de alimentar los peces, tiene también fuerza productiva: el viento que mueve los molinos, y aun el calor del sol, trabajan para nosotros; pero, felizmente, nadie ha podido decir todavía: El viento y el sol son míos, y los servicios que ellos rinden deben pagármelos.9
Los conceptos de propiedad y escasez son examinados por Ricardo, quien rechaza el argumento de Say de que ambos conceptos son sinóminos y demuestra cómo la escasez relativa de un bien puede dar a una persona mayor riqueza en la medida que dicha persona es poseedora de un recurso escaso. El mayor valor que éste tiene, debido a su escasez, le permite disponer de más bienes y, por lo tanto, de más satisfacciones. Pero al mismo tiempo esta mayor riqueza individual no necesariamente se traduce en una mayor riqueza para la sociedad, y sí, en cambio, puede traducirse en un empobrecimiento de esa sociedad como en todo.
Si el agua se hiciese escasa y fuese poseída por un solo individuo, éste aumentaría su riqueza, porque tendría entonces valor; y si la riqueza total es la suma de las riquezas individuales, se aumentaría así aquella riqueza. Indudablemente, se aumentaría la riqueza de aquel individuo, pero puesto que todos tendrían que entregar una parte de lo que poseen con el único objeto de obtener agua, la cual adquirían antes por nada, ellos son más pobres y el propietario del agua se beneficia en lo mismo que éstos pierden. La sociedad en su conjunto disfruta de la misma cantidad de agua y mercancía que antes, pero se distribuyen de otro modo. Esto suponiendo un monopolio del agua y no una escasez de ella. Si se hiciese escasa, entonces la riqueza del país y de los individuos disminuiría, puesto que se privarían de una parte de sus satisfacciones. No sólo habría una distribución diferente de la riqueza, sino una pérdida real de una parte de la misma.10
Se van sentando así elementos básicos de todo el pensamiento económico que son los pilares del sistema capitalista contemporáneo: los conceptos de escasez, valor de cambio y propiedad privada de los recursos productivos. En la medida que tales conceptos sean relevantes al medio ambiente, éste será considerado explícitamente en el análisis. Es decir, en la medida que los bienes naturales sean escasos, tengan un valor de cambio (expresión de mercado) y sean susceptibles de apropiación por los particulares, serán considerados por el análisis económico.
David Ricardo basaba su concepción del crecimiento en lo que John Stuart Mill consideraría como la proposición más importante de la economía política, que es la ley de los rendimientos decrecientes. La causa de éstos radica en el hecho de que, con el aumento de la población, se incorporan a la producción tierras y recursos de calidad inferior, localizados desfavorablemente o, en general, cuya explotación sólo es factible a costes mayores. Este paulatino proceso de incorporación de recursos de menor calidad implica que llega un momento en el cual la explotación se hace a costes tan altos que son socialmente inaceptables.
El planteamiento no implica exclusivamente una concepción de cantidad finita de recursos, sino que los problemas de calidad se incorporan para definir el recurso. Sobre este punto Ricardo es también claro:
Si toda la tierra tuviese las mismas propiedades, si fuera ilimitada en cantidad y uniforme en calidad, no se pagaría nada por su uso, a menos que poseyera ventajas peculiares de situación. Es, pues, debido únicamente a que la tierra es limitada en cantidad y de diversa calidad, y también a que la de inferior calidad o menos ventajosamente situada es abierta al cultivo cuando la población aumenta, que se paga renta por el uso de ella. Sin embargo, cuando la tierra es más abundante, cuando es más productiva y más fértil, no produce renta alguna: es únicamente en el momento en que decaen sus poderes y el trabajo produce un rendimiento menor cuando una parte del producto original de las tierras más fértiles se pone aparte para la renta... Si el aire, el agua, la tensión del vapor y la presión atmosférica fuesen de varias calidades; si estuviesen apropiados y si cada calidad existiese en cantidad moderada, también producirían una renta cuando fueran entrando en uso las calidades sucesivas. Con el empleo de cada calidad inferior, el valor de las mercancías fabricadas con ellas subiría, porque la misma cantidad de trabajo sería menos productiva. El hombre haría más con el sudor de su frente, y la Naturaleza haría menos.11
De lo anterior resulta que el coste de los productos alimenticios sube constantemente, lo cual obliga a incrementar los niveles de salarios para mantenerlos a niveles de subsistencia. El alza de los salarios repercute en la distribución de la renta del país, mediante la reducción de la tasa de beneficio, lo cual implica que el proceso de acumulación también tiende a decrecer, llegando un momento en que la acumulación termina y con ella el crecimiento, encontrándonos así en el estado estacionario. Como se observa, Ricardo acepta el planteamiento de Malthus sobre el crecimiento de la población y lo combina con su teoría de los rendimientos decrecientes para explicar un proceso de cambio económico de largo plazo que conducía a una situación estacionaria.
Malthus planteó el problema del crecimiento demográfico en relación con la disponibilidad de recursos y en especial con los alimenticios. En circunstancias que la población crece en progresión geométrica (exponencial), la producción de los alimentos lo hace en progresión aritmética (lineal), con lo cual, siendo finitos los recursos naturales, es inevitable el advenimiento de una situación de crisis en que los recursos alimenticios son insuficientes, siendo el único remedio posible una reducción de la población.

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